¿Por qué
un viaje
de incentivo?
La necesidad de especialización, que día a día se va imponiendo en cada rama de la actividad humana, fue perfilando diversas modalidades de trabajo en las agencias de viajes. Una de ellas, es el Departamento de Incentivos, encargado de resolver con la máxima eficacia los viajes sugeridos por las empresas.
Los modernos estudios de marketing han reconocido –y en cierto modo, actualizado- la importancia fundamental que posee el binomio estímulo rendimiento con respecto a la productividad. Porque, en efecto, hay en este sentido un conocimiento tradicional que indica que la persona reacciona siempre con un incremento de su actividad en respuesta a una oferta o recompensa determinada. Sin embargo, no es solo éste el moderno objetivo del incentivo de empresa.
Un premio puede ser caro y elegante, pero no va más allá del mero reconocimiento. En cambio, un programa de incentivo es un instrumento más que se incorpora a la producción. A través de él se promociona el producto en la misma red de venta y, por lo tanto, se obtiene un sinnúmero de beneficios reales y lo que es más importante a la hora de la realización, se suele pagar a sí mismo.
Un 5% de aumento en las ventas puede ser suficiente, y no hay premio si no se alcanzan cifras determinadas. Naturalmente, las reglas deben permitir que al menos la mitad del personal motivado lo alcance.
Un premio en metálico no se disfruta hasta que no se recibe y luego generalmente se destina a cubrir gastos comunes, es decir, no “brilla”.
Por otra parte, un objeto se “nubla” con el uso y otros objetos. Un viaje en cambio es una experiencia que ya se está disfrutando mientras se lo desea, y que una vez realizada, técnica y humanamente bien implementada, es inolvidable. Allí reside el aliciente, uno de los aspectos de la auténtica motivación. De lo dicho se desprende que un viaje de incentivo no debe ser un viaje más sino más que un viaje, nunca una experiencia conocida o que se pueda llegar a realizar por los propios medios, sino algo verdaderamente inaccesible, son un atractivo que sobrepase las posibilidades reales del incentivado.
Los servicios y destinos elegidos dependerán del carácter de la empresa y del nivel socioeconómico de los participantes. El viaje completo deberá incluir transportes, hoteles, comidas, excursiones, regalos, festejo de aniversarios y hasta un acompañante especializado que se ocupará de resolver todos los detalles del viaje para que el resultado sea un éxito total.
Mientras tanto, y dejando de lado los aspectos técnicos del incentivo, es oportuno señalar que estos viajes están considerados como uno de los negocios más rentables en la actualidad, tanto para operadores como para agentes de viajes, hoteleros, prestadores de servicios turísticos, etc.
Sin embargo, hay que dejar en claro que el incentivo no es un juego de niños. Llevarlo a cabo implica contar con personal idóneo.
Un cliente-empresa puede reportar beneficios “reales” a quienes participan de su organización y planificación, algo bastante extraño en tiempos de altos costos fijos y de la reducción de los márgenes de ganancias (comisiones), debido a un mercado altamente competitivo.
El interés que el tema ha despertado a nivel internacional llevó a la creación de la Society of Incentive Travel Executives (SITE), una organización que permite contar con el valioso aporte didáctico de profesionales y técnicos de países en donde los viajes de incentivo han logrado una sólida posición en el mercado del turismo internacional. http://www.site-intl.org/
La necesidad de especialización, que día a día se va imponiendo en cada rama de la actividad humana, fue perfilando diversas modalidades de trabajo en las agencias de viajes. Una de ellas, es el Departamento de Incentivos, encargado de resolver con la máxima eficacia los viajes sugeridos por las empresas.
Los modernos estudios de marketing han reconocido –y en cierto modo, actualizado- la importancia fundamental que posee el binomio estímulo rendimiento con respecto a la productividad. Porque, en efecto, hay en este sentido un conocimiento tradicional que indica que la persona reacciona siempre con un incremento de su actividad en respuesta a una oferta o recompensa determinada. Sin embargo, no es solo éste el moderno objetivo del incentivo de empresa.
Un premio puede ser caro y elegante, pero no va más allá del mero reconocimiento. En cambio, un programa de incentivo es un instrumento más que se incorpora a la producción. A través de él se promociona el producto en la misma red de venta y, por lo tanto, se obtiene un sinnúmero de beneficios reales y lo que es más importante a la hora de la realización, se suele pagar a sí mismo.
Un 5% de aumento en las ventas puede ser suficiente, y no hay premio si no se alcanzan cifras determinadas. Naturalmente, las reglas deben permitir que al menos la mitad del personal motivado lo alcance.
Un premio en metálico no se disfruta hasta que no se recibe y luego generalmente se destina a cubrir gastos comunes, es decir, no “brilla”.
Por otra parte, un objeto se “nubla” con el uso y otros objetos. Un viaje en cambio es una experiencia que ya se está disfrutando mientras se lo desea, y que una vez realizada, técnica y humanamente bien implementada, es inolvidable. Allí reside el aliciente, uno de los aspectos de la auténtica motivación. De lo dicho se desprende que un viaje de incentivo no debe ser un viaje más sino más que un viaje, nunca una experiencia conocida o que se pueda llegar a realizar por los propios medios, sino algo verdaderamente inaccesible, son un atractivo que sobrepase las posibilidades reales del incentivado.
Los servicios y destinos elegidos dependerán del carácter de la empresa y del nivel socioeconómico de los participantes. El viaje completo deberá incluir transportes, hoteles, comidas, excursiones, regalos, festejo de aniversarios y hasta un acompañante especializado que se ocupará de resolver todos los detalles del viaje para que el resultado sea un éxito total.
Mientras tanto, y dejando de lado los aspectos técnicos del incentivo, es oportuno señalar que estos viajes están considerados como uno de los negocios más rentables en la actualidad, tanto para operadores como para agentes de viajes, hoteleros, prestadores de servicios turísticos, etc.
Sin embargo, hay que dejar en claro que el incentivo no es un juego de niños. Llevarlo a cabo implica contar con personal idóneo.
Un cliente-empresa puede reportar beneficios “reales” a quienes participan de su organización y planificación, algo bastante extraño en tiempos de altos costos fijos y de la reducción de los márgenes de ganancias (comisiones), debido a un mercado altamente competitivo.
El interés que el tema ha despertado a nivel internacional llevó a la creación de la Society of Incentive Travel Executives (SITE), una organización que permite contar con el valioso aporte didáctico de profesionales y técnicos de países en donde los viajes de incentivo han logrado una sólida posición en el mercado del turismo internacional. http://www.site-intl.org/